domingo, 16 de mayo de 2010

Serendipia

Alguien sabe que significa esa palabra?? Quizá vosotros no, pero ELLOS sí.

Todo comenzó en un hotel, un viaje de amigos, ella con sus amigas celebrando su cumpleaños y él con los suyos celebrando nada, simplemente querían escapar un fin de semana de sus respectivas sillas de oficina. En ese hotel estaban alojados ambos, ella en la habitación 458 y él en la habitación 845, pero eso todavía, no se consideraba serendipia. A la mañana siguiente de llegar al hotel ella bajó a desayunar a la cafetería, pidiendo un té americano con alguna pieza de bollería, él en cambio, sólo pidió el té americano, esperando en mesas contiguas rodeados de sus amigos de siempre.

Ella, Lily, era una chica de 28 años, de larga cabellera ondulada castaña y con unos enormes y almendrados ojos verdes. No solía ponerse ni gota de maquillaje para ir a trabajar, solamente se lo ponía en las ocasiones especiales como salidas nocturnas o alguna reunión en su bufete de abogados.

Él, John, un chico de 30 años con un aspecto de hombre rebelde, tenía el pelo algo largo color negro azabache y resaltaban unos grandes ojos azules con unas pobladas pestañas. Ejercía como publicista en una muy conocida agencia del centro de Madrid, pero curiosamente no sabía que aquel era el spot de su propia campaña publicitaria.

En aquel comedor ambos se dieron cuenta de la presencia del otro, incluso llegando a intercambiar alguna que otra mirada. Los comensales que les acompañaban también se fijaron en las actitudes que tenían respecto a aquella persona desconocida de la otra mesa. Pero por el momento ninguno de los dos interesados no le dijo nada al otro.
En la tarde de aquel mismo día los chicos se fueron a comer al restaurante más caro de toda la ciudad el renombrado Restaurante Cantalón, bien conocido por sus asados, John fue el encargado de reservar la mesa para los 5 chicos. Aún en el hotel ellas se decidían a dónde ir a comer, cada una quería ir a un sitio y no se ponían de acuerdo hasta que Lily, mientras elegía que ponerse escuchó en la radio que el Restaurante Cantalón era un placer que sólo yendo allí podrías experimentar, por lo que se lo contó a las demás chicas y decidieron que allí sería donde comerían ese día, entonces Lily llamó al restaurante y reservó para las 5 amigas.
Una vez allí, ya dado el apellido de Lily, todas, embutidas en sus vestidos de primeras marcas y subidas a sus tacones de diseñadores famosos con 15 cm de alto, se dirigieron a la mesa que les señalaba el maître. Nadie se fijó en la mesa justo de al lado, excepto Lily, que se había fijado en aquellos ojos azules que no dejaban de tirarle preguntas acompañando con una sonrisa blanca y perfecta. Las amigas de ella se dieron cuenta de las miradas cómplices de ellos dos pero no dijeron nada.
Después de salir del restaurante Lily se fue de compras a unos grandes almacenes, comprándose todo lo que veía que le gustaba, se compró unos pantalones, un vestido de noche, unos zapatos y se dirigía al stand de los complementos cuando fue a coger unos guantes que le llamaron mucho la atención cuando vio que una mano robusta y morena los cogía primero, al alzar la vista vio aquellos ojos azules, no reaccionó hasta que el chico le dijo un tímido pero seductor HOLA. Ella dijo que esos guantes los había visto ella primero, y que los quería, entonces John le dijo que uno se lo quedase ella y el otro se lo quedaría él, John los pagó. Ella no supo muy bien que hacer, porque tampoco entendió lo que el chico quería con aquello, John le explicó que habían coincidido en muchas cosas entonces que si realmente los guantes estaban hechos para ella se encontrarían de manera fortuita y el guante que él tenía le sería devuelto. Ella entonces sonrió y aceptó.
Después de la estancia de las chicas en aquel hotel de 5 estrellas, volvieron a su ciudad, Madrid. Entonces ella supo que el guante no lo iba a recuperar nunca, pero no se deshizo de él, si no que lo guardó como un recuerdo de aquel viaje.

Ya en Madrid, John se acordó de aquella chica cuando, deshaciendo la maleta, vio aquel guante de piel beige encima de su ropa, se preguntó que sería de ella, pero sus pensamientos pronto se desvanecieron.
Después de una semana, John, en su agencia de publicidad tuvo una reunión con su jefe, que les comunicó a él y a sus compañeros que habían contraído una gran deuda con una marca conocida, porque ésta se había negado a pagarles después de que la agencia les hiciera una campaña que no satisfizo al director del producto comercial, el jefe de John le dijo que tenía que encargarse de localizar el mejor buffette de abogados para llevar el caso a juicio. John puso todo su empeño para localizar al mejor abogado de la ciudad, buscó y buscó y dio con una abogada llamada Elisabeth de la Concha y concertaron una cita en una semana para tratar el tema.

Lily, recién llegada de su fin de semana, se encontró con mucho trabajo, y una llamada importante que le daba un caso de renombre con una agencia publicitaria.

Al cabo de una semana John esperaba su cita con la abogada en su despacho, ella llegó puntual siendo previamente anunciada por la secretaria del publicista. John sentado impaciente y nervioso en su mesa daba vueltas a un guante que compró en su viaje de relax con los amigos en Barcelona. ¿Qué hacía él con aquel guante?
Mientras, Elisabeth buscaba en su bolso toda la documentación que había preparado para el caso que decía tratar en aquella agencia de publicidad, y de pronto encontró aquel guante beige que un extraño le dio en unos grandes almacenes y que a ella tanto le gustaba, pero ¿porque había metido en aquella ocasión el guante en el bolso?
Cuando John dio orden a la secretaria de que hiciese pasar a la abogada, ésta se levanto como una pluma y se dirigió al despacho de un tal John Osorio, agente publicitario. La secretaria le dijo que él estaba dentro esperándola, entonces llamó, esperó a que contestasen y entro dejando cerrada la puerta detrás de sí.
Ambos se quedaron boquiabiertos al verse de nuevo las caras. Ella no podía abrir más aquellos ojos almendrados y él de pocas y se le cae la baba al no poder abrir más la boca tras la sorpresa que le dio aquella chica del guante.
Cuando ella se sentó frente a él en una sala con sofás de cuero rojo, John, estrechándole la mano dijo, hola soy John Osorio, agente publicitario. Ella le tendió la suya a la vez que se presentaba como Elisabeth de la Concha, abogada. Los dos se echaron a reír. Tras una reunión, bastante informal, en la que trataron el tema del producto y la deuda John la dejó un momento en aquella sala cuando salió a su despacho y cogió una bolsa de cartón dorada con un lazo negro. Volvió a la sala y le dijo creo que esto es suyo, señorita abogada. Ahora déjeme invitarla a una copa. Ella sorprendida por el gesto abrió la bolsa y encontró la otra mitad, exactamente igual que la que tenía metida en el bolso. Aceptó la invitación de aquel chico con ojos azules y todo lo demás.... ES HISTORIA.